Indalecio Castellanos

Thursday, November 02, 2006

CAMINANDO POR EL CONDE PEATONAL


Mientras el eco insistente de la bachata y el merengue se escucha en la caribeña capital de República Dominicana atafagada por el sol canicular de la mañana, escudriñamos en su memoria histórica, para visitar el Parque de Independencia, que recuerda la liberación del yugo del vecino Haití y para dar un paseo por el Conde Peatonal, en la zona colonial de Santo Domingo.
Frente al conde está la puerta de las fortificaciones de piedra que durante años defendieron a la ciudad de piratas y filibusteros y una vez se logra franquear, se encuentra uno de frente con el monumento de esa especie de trinidad histótica que conforman los próceres de la patria Sánchez, Duarte y Mella.
Enfundados en sus impecables trajes blancos y azules (como en la foto) que refulgen en medio del calor reverberante, los oficiales de la Fuerza Aérea Dominicana cuentan a los turistas la historia del mausoleo, en dónde reposan las cenizas de los próceres locales.
Mientras se camina por el Conde Peatonal, construido en honor al conde de Peñalba, desde casi todos los negocios de artesanías, los cafés y establecimientos comerciales, sigue sonando intenso y feliz el ritmo del merengue.
Juanes suena en la pizzeria Petrus, cerca de la esquina Santome y un poco más allá en El Dolarazo, se escucha una canción de Kryspy y Julián cantan a todo pulmón su canción La Querida, que habla del fastidio que siente un pobre hombre por su mujer.
Entre bachata y merengue se llega hasta la Plaza con la que una estatua de bronce de don Cristóbal Colón cagada por las palomas, nos recuerda la historia de este hombre que llegó de a estas tierras por fìsico despiste y a sus espaldas, la belleza magnífica de la arquitectura de la Catedral Primada, creada por el Papa Julio Segundo el 8 de agosto de 1511 y de la que dependieron por muchos años las diócesis de Santa Martha y Cartagena, en Colombia, entre otras regiones de América.
Las calles adoquinadas de la ciudad colonial evocan el romanticismo de aquella época, con sus robustas fachadas de piedra y sus pequeños cafés y bares en cercanías del río Osama, que divide en dos a la ciudad y desde dónde se escapa la intensidad de la música.
De noche, la calle de La Atarazana, presidida por la bellísima casa en la que vivió Diego, el hijo de Cristóbal Colón y las plazas de su alrededor, toman vida como el sitio de encuentro de dominicanos y visitantes.
Desde allí se observan las brillantes luces del Faro a Colón, ubicado del otro lado del río Osama, y que según los dominicanos, aloja los restos mortales del descubridor.
En uno de los salones del Faro a Colón estàn desde el 17 de junio de 1998 varias réplicas de piezas del Museo de Oro de Bogotá, cerámicas de indígenas e instrumentos musicales colombianos, como una muestra representativa del único país que honró con su nombre a Colón.
Los sonidos de tambores que se escuchan en la Plaza Duarte en las noches mientras cientos de dominicanos y extranjeros se toman una cerveza Presidente o Bohemia, recuerna que hay una historia, unos orígenes, una cultura que es similar y que en Cartagena, Santo Domingo, La Habana o San Juan, nos pertenecemos a las mismas raíces.
Entre el bullicio de los cientos de visitantes que se pasean por las calles coloniales de Santo Domingo tomándose un ron Brugal o una Presidente "vestida de novia", es decir bien helada, cada noche se pasean los fantasmas de bucaneros, conquistadores y dictadores que azolaron esta tierra cálida y caribe.

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