EN BUSCA DEL SOROCHE EN QUITO

Quito es una ciudad construida sobre las faldas de las imponentes montañas andinas. Su centro histórico acaba de ser remodelado, está bellamente iluminado y es un verdadero placer caminar por allí en la noche.
El lugar por excelencia para visitar en la capital ecuatoriana es su centro histórico, aunque está el referente del monumento de La Mitad del Mundo o el cerro del Panecillo, desde el que es posible ver como se extiende sobre la imponente montaña la capital ecuatoriana.
Sin embargo, hay un lugar espectacular que es necesario visitar cuando se viene a Quito y es el imponente Pichincha. Desde la falda del cerro es posible ascender en el teleférico construido por una empresa francesa y que sube desde el sector de La Casa a 2950 metros hasta Cruz Loma, ubicada a 4.050 metros sobre el nivel del mar.
Dos indígenas ecuatorianos con una pinta bastante moderna interpretan la quena ancestral y la guitarra eléctrica para presentar una curiosa versión de Chiquitita del grupo sueco Abba con un sonido andino, poco antes de iniciarse el ascenso en una de las 18 cabinas del teleférico.
La ascensión es como ir al soroche, porque allí inexorablemente se termina por ver estrellas. En esta montaña la primera recomendación es caminar despacio para no agitarse demasiado y por nada del mundo puede intentar correr so pena de perder el aliento.
Desde allí es posible ver a Quito en toda su dimensión, la Quito colonial y colorida, la moderna agrupada en la parte norte, el aeropuerto Mariscal Sucre que obliga a que los aviones tengan que pasar entre los altos edificios para aterrizar y al fondo el Valle de Los Chilos.
Desde arriba del imponente Pichincha, Quito se ve como una ciudad con un gran contraste de colores en una mañana gris y fría, mientras se asciende hacia la parte más alta de la montaña, en un recorrido que dura algo más de siete minutos.
Allí arriba la visión es magnífica, la inmensidad de los caminos que se recorren en medio del ahogo, los frailejones y la naturaleza golpeada por el incesante viento y la neblina y las voces entrecortadas de los niños y los mayores que disfrutan aquí del ascenso.
Aquí no se puede subir con chuchaqui, es decir enguayabado, pues la rudeza de la altura pega fuerte cuando uno quiera caminar por el borde más alto de la montaña, conocido como Cruz Loma y hasta la voz se entrecorta, por el jadeo y la fatiga.
Venir a Quito obliga a subir en el teleférico para tener la visión magnífica de la capital ecuatoriana construida entre la helada geografía de estas montañas agrestes.
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